21 noviembre 2006


thought of going back
but all I'd see are stranger's faces

-(BROOKLYN) ROADS, Neil Diamond




tonight i walk these city streets
and i think about the past
-(DIFFERENT) ROADS, Joe Cocker





suddenly i find i’m standing still
staring at the ground
waiting for your sound

-ROADS, Roadrunner United



------------------------------------------------------------------------------------------



i got nobody on my side
and surely that ain't right

-ROADS, Portishead

15 noviembre 2006

Entrar en materia

0.

Este blog surgió ante la necesidad de hablar de tarot, numerología, ángeles, cábala, metafísica, física cuántica, arte, vidas pasadas, meditaciones, contemplación, tao, sexo, magia wicca, ciencia, poesía, humanismo. Esta sed de comunicación (o al menos de ordenar mis ideas, de archivarlas, de compartirlas) se da, obviamente, porque todos esos temas marcan un eje en mi vida, o dicho de mejor modo, marcan mi vida, junto con mi paternidad, mi noviazgo, el cine, la literatura, los seguros, las caminatas, el DF, mis recuerdos. Por eso creo que, si la vida de cualquier persona está marcada por un sin fin de cualidades, lo mismo sucede con la realidad, por más inaprensible y relativa que sea esta.

Desecho los discursos religiosos o científicos que pretenden explicar el mundo desde la óptica del Dios creador, juez omnipotente, así como de los hechos comprobables, sin pizca alguna de metafísica. Por eso el mal religioso es aquel soberbio que todo lo reduce a “Dios dice que”, así como el mal científico es el que desacredita lo mágico. La misma ciencia habla que todo en el universo es energía, y que por lo mismo nada se crea ni se destruye, sino que se transforma. Idea hermosa si la complementamos con que “Dios está en todas partes”.

Creo en la Tabla de Esmeralda: “como es arriba, es abajo”, frase de la que se puede hacer un grueso tractatus sin problema alguno, pero que, en resumidas cuentas, me significa lo siguiente: el universo tiene ciertas cualidades equivalentes a las que se dan en la Tierra, a su vez equivalentes a las que se dan en cada ser humano, a su vez equivalentes a las que se dan al interior de ese ser humano, ya sea a un nivel emocional, espiritual, metafísico, como a un nivel biológico, molecular, neuronal.

Todo en la realidad está conectado entre sí, y la mejor representación de ello (o mandala) que conozco, es el “Árbol de la Vida” o “Árbol Sefirótico” de la Cábala, tema que abordaré en otra ocasión.

Lo que me parece muy claro es que el Conocimiento es la fuerza superior que nos permite la libertad, la trascendencia, el amor. Lo mismo sería decir que Dios es esa fuerza, ya que hay muchas interpretaciones al respecto que dicen que Dios simboliza al Conocimiento.

Y la Palabra es la herramienta por excelencia para acceder a él.

1.

ESENCIA PURA

Dios, el Conocimiento, la Unidad, todos ellos son conceptos de difícil representación, por eso los definiría como Esencias Puras (lo escribo en plural aunque vienen siendo las misma gata revolcada).

Dentro de este Esencia Pura, noto una fascinante característica de la cual escribí esto hace unos meses:

“Todo cuanto nos rodea es finitud, los objetos, las personas, las plantas, los animales, nosotros mismos. Sin embargo hay algo detrás de tanta obviedad que no resulta tan obvio, algo más allá de las simples dicotomías que sostienen nuestra comprensión de la realidad. Un juego, un bellamente oscuro juego que es la estructura de nuestra humana universalidad.

“Nosotros somos finitos, sin embargo la energía que posibilita que siga habiendo más nosotros es infinita, es una fuerza superior a la especie humana, pero comprensible desde la perspectiva del hecho cósmico de la vida. Mi nombre perecerá junto con el cuerpo, le dará sentido a una lápida, sin embargo el otro lado, la otra parte, la parte no física, se transformará en energía, pertenecerá a esa energía superior que posibilita la vida en un cuerpo, la vida luego de la muerte del cuerpo.”

A lo que quiero llegar es a mi visión de la muerte (gran tema para iniciar estos Temas), la cual me parece que es una transformación de la energía, aunque el cuerpo perezca. Entonces cada uno de nosotros somos igualmente eternos que finitos, morimos sin morir ya que todos pertenecemos a esa energía que hace que otros nazcan. Por eso creo que el nombre, ese José Alberto Espejel Sánchez del que luego siento vanidad u orgullo, en realidad es poca cosa: útil para identificarme y moverme en este plano de la realidad que es la vida del hombre, pero efímero para ese otro que también soy más allá del cuerpo.

Aunque a lo mejor, hablando de la energía, ésta también sea finita, y pertenezca a algo superior que a su vez también pertenezca a algo superior, y así infinitamente.

09 noviembre 2006

finding ways

07 noviembre 2006

El engarzado imperio de una esfera

La poesía es perfecta para el destierro de lo obvio. Lo evidente en ella es el éxodo, el camino menos directo, ese que forma puentes, atajos, pasadizos, conexiones, sombras, rutas siniestras, descansos en sombra, terrazas naturales de luz. La poesía es la forma de penetrar en la imagen y traspasar su frontera para llegar a ser no sólo el que la observa sino también el que incide en ella. No sólo miramos como se mira al automóvil de enfrente a la hora del tráfico. No. Se mira como quien se ve por vez primera en un espejo, como quien se reconoce en la mirada de quien ama, como quien ve un paisaje luego de mucho tiempo de encierro. Se es un observador cuántico...

Con la poesía pasa que reordenamos nuestra manera de entender la realidad; comprendemos que no sólo puede ser entendida ésta a través de ecuaciones lógicas, de deseo, de acumulación, de ego; que siempre hay otros mundos, otras posibilidades, otras formas de ver lo nuevo dentro de lo viejo, de ver lo bello dentro de lo que ya se ha visto tantas veces por tantos otros en tantos otros tiempos. Por eso es infinita. No hay mucho qué hacer al respecto. Nuestra naturaleza es la inconformidad con los cánones, y a veces éstos no dicen cómo diantres se colman las búsquedas, cómo diantres se es dichoso entre tanta costumbre de represión, cómo diantres se obtiene la mirada propia, la voz propia para clamar en el desierto.

Leer poesía no es fácil, pero tampoco difícil. Es sólo cuestión de concentración, de no prejuzgar al poeta como un ser superior ya que, por su misma naturaleza, es sólo un ser equivalente (académico o no, intelectual o no, escritor o no), un ser con su propia experiencia, su propia búsqueda, su propia luz, su propio YOSOY. Pero también es cuestión de juego la poesía, basta con ver que las palabras que forman un poema no son convencionales, no están acomodadas de manera convencional, tampoco solemne, sólo están ahí, desarrollando su propio universo, así como lo hacemos cada uno de nosotros: con las herramientas de la realidad nos vamos formando un sentido.

La poesía está siempre, inclusive lejos del poema: todo aquel que sienta por un momento dicha, pasión, libertad, luego de lo habitual como un paisaje o un rostro, o de extrañamiento como el de un encuentro o una lluvia inesperada, o bien en la tristeza, la nostalgia, la esperanza, estará haciendo poesía, esa característica extraña de los observadores edénicos.

Pero Julián, el hermético, alza la mano y se sube al estrado para hablarnos de signos inagotables, de correspondencias perpetuas, de mensajeros y mensajes:


ÓNIX

Miedo de tanta señal
echada en una sola piedra.
La claridad del limbo,
la turbiedad del mapa,
el engarzado imperio de una esfera
acuchillado por sus vetas.

Imperfecta señal, si se quiere, pero
miedo: pardo y traslúcido tú
pegado como tú a un resto de cuero,
el ónix como adorno; roca
de agua y aceite; una semilla
de cristal astillado en la dureza
de la luz –su más hondo mineral.

Miedo de la señal,
pero no de la cosa (echada,
en sí, como a un lago de viento,
como a una pradera sin gravedad:
duerme mirándose ciega, ojo
de la extraviada y muda
pureza material): miedo
de su ocasión de talismán
–cáscara de un símbolo,
runa en la garganta,
lámpara amputada a un alba
mórbida–, su voz como de tribu en celo,
la pátina caníbal de su tacto en el pecho.

Un espejo de la primera hoguera. Un dije
del que vienen todos los muertos. Miedo
de tanta señal.

Julián Herbert

Poema que yo hubiera querido haber escrito (aunque de algún modo lo recreo (lo poetizo)) cualquier tarde de esas de paseo y charla, de lucky strike engabardinado, de París-pocket, de invierno en llamas.