27 noviembre 2007

SIN TÍTULO (favor de leer con calma)

La materia, la mente y el alma de los humanos son multidimensionales, pero nuestro espíritu es unidimensional. Como somos seres vivientes multidimensionales, cada uno percibimos miles de cosas de manera individual. Pero como nuestro espíritu es unidimensional, todos como colectividad percibimos miles de cosas de manera simultánea.

En la materia, descubrimos que nuestro cuerpo se compone de billones y billones de minúsculos seres vivientes a los que llamamos células. Cada célula es un individuo al que podemos sacar de nuestro cuerpo y poner en un laboratorio, y aún así permanecerá vivo. Al mismo tiempo, no dejará de constituir una parte de nuestro cuerpo. Una célula del hígado no es consciente de que forma parte de un ser completo. No sabe que, junto con las demás células que hay en hígado, cerebro, corazón, huesos y el cuerpo, ayuda a formar un ser humano viviente e individual.

Todos los seres humanos formamos un ser viviente que a su vez constituye un órgano del planeta Tierra. Cada humano es a la Tierra lo que una célula individual es a un cuerpo humano. Las células viven y mueren de manera continua en nuestro cuerpo al igual que los humanos nacemos, maduramos y morimos. Éste constante reaprovisionamiento de humanos mantiene vivo el órgano humano de la Tierra. De manera similar pero en diferentes escalas temporales, este mismo proceso en que la vida-física da paso a la muerte-física ocurre en todo el universo.

La vida en la Tierra y toda la demás se divide en órganos. Un individuo humano constituye una parte del órgano llamado humanidad. La totalidad de los humanos formamos un órgano del planeta Tierra el cual, al igual que un cuerpo humano, tiene vida y metabolismo propios. Este hermoso ser viviente posee varios órganos: atmósfera, océanos y bosques constituyen un órgano cada uno. Todos los animales juntos conforman un órgano y, aunque a menudo no nos damos cuenta, los humanos nos comunicamos con los demás órganos de la misma manera en que el hígado se comunica con el corazón y el cerebro.

Cada planeta es un órgano del gran ser viviente. Juntos, el Sol y todos los planetas conforman un solo ser. Cada unidad, desde un electrón hasta una galaxia, es un ser individual unido a seres más grandes.

El planeta Tierra es un órgano del sistema solar, el cual tiene el Sol al centro y todos los planetas, lunas y otros satélites en órbita alrededor suyo. El sistema solar también es, a la vez, un ser viviente individual regido por el Sol y una partícula del gigantesco ser al que llamamos universo.

Un átomo, con los electrones en órbita alrededor de su núcleo, forma otro sistema solar, lo cual establece una analogía entre átomos y sistema solar. Nuestro cuerpo se compone de millones de átomos, cada uno de los cuales es un sistema solar miniatura. Aunque en el universo hay billones de estrellas y cada una es un ser viviente, todas juntas conforman un ser viviente. Los toltecas entendieron bien estas analogías y similitudes, reflejadas en diferentes realidades de todo el universo.

Un cuerpo humano no es más que una pieza de una cadena dentro de la enorme máquina biológica que es el universo. Así como un átomo del cuerpo humano está en constante comunicación con el cerebro, esta cadena se comunica con todo lo que existe en el universo. Nosotros somos todo lo que es.

Desde una perspectiva material, somos todo lo que perciben nuestros ojos y oídos. Pero no sólo somos materia. También somos lo que sentimos: enojo, celos, tristeza, felicidad, amor. Estas emociones de la vida humana proporcionan evidencias de otra dimensión energética. Nosotros (los toltecas) llamamos a estas emociones energía-etérea. La energía-material puede detectarse y demostrarse por métodos científicos. La energía-etérea no puede demostrarse dentro de los límites de la ciencia convencional. No podemos demostrar la existencia del odio o el amor, pero sí experimentar sus efectos. La energía emocional es energía-etérea.

La energía está viva, al igual que todo lo que existe. La energía-etérea, que es un ser viviente en sí, incluye nuestras emociones, que también están vivas. Nuestro pensamiento está vivo. Y vivos están todos nuestros pensamientos y sentimientos: ellos son nosotros. Nuestra mente crea billones de emociones y, así como nuestras células crean nuestro cuerpo, nuestras emociones crean nuestra mente, hecha de energía-etérea.

Nuestra mente está formada por nuestras emociones. Todo lo que percibe tiene un componente emocional. Cuando la luz de variadas frecuencias choca con objetos materiales, se refleja en nuestros ojos. El cerebro traduce estas imágenes lumínicas de energía material como materia, y lo que crea la mente lo percibimos como realidad. Pero, en verdad, esta realidad es sólo un sueño, nosotros soñamos las 24 horas del día, ya sea que nuestro cerebro esté despierto o dormido.

El cerebro puede intercambiar ambas energías, tiene la capacidad de transformar la energía-material en energía-etérea. Nosotros creamos ideas y éstas son energía-etérea. Cuando el cerebro convierte la energía-etérea en palabras habladas y escritas, nos manifestamos en el mundo material que soñamos en nuestra mente. La mente crea la imaginación y la imaginación los sueños. Las antiguas maneras de soñar la realidad nos conducen al sufrimiento y al dolor emocional. Esto nos ocurre a todos. Sufrimos cuando tememos perder los que somos y lo que tenemos.

Un Ser Universal, en PROFECÍAS TOLTECAS DE DON MIGUEL RUIZ, compilación a cargo de Mary Carrol Nelson