09 junio 2009

ÁRBOL DE LA VIDA I: visión hermética de los símbolos

El Árbol de la Vida es un mandala. El Árbol de la Vida es un diagrama para comprender qué jodidos hay de divino (o de relevante) en lo manifestado: qué sentido tiene que los objetos, los seres vivos y las ideas existan.

Mapa de la creación. Sendero de la liberación. El Árbol de la Vida es uno de esos símbolos milenarios en los que místicos, kabalistas, filósofos y demás banda intelectual se ha detenido a profundizar por mucho tiempo.

El judaísmo y la kabaláh han acogido a este mandala desde hace siglos pero ha sido en las últimas décadas cuando se ha abierto este tipo de conocimiento, inaccesible en el pasado, a la luz para llegar finalmente a donde el conocimiento debe llegar siempre: al hombre común, ese que debiera experimentar la libertad y el amor como cosa habitual y que sin embargo termina por crear una realidad a base de miedo, ego y separación.

La ventaja de mandalas así (y tantos otros como los chakras, el zodíaco, el campo merkavah, etc.) es que no se tiene que ser religioso o creer en Dios para comprender su significado. El mundo de los símbolos es interesante porque éstos sirven para comunicarnos algo más profundo, algo misterioso: todos vemos más o menos lo mismo ante símbolos como ver volar a un ave o ver a una pareja enamorada besarse, incluso ante símbolos creados por el hombre como el logotipo de Ferrari o de Nike percibimos en general un significado semejante.

Quién sabe hace cuántos siglos antes de Cristo se dio forma a este mandala del Árbol de la Vida. Al igual que con el tarot, los registros históricos no otorgan la época y el lugar de su origen (¿China? ¿Egipto? ¿la Atlántida?). Sin embargo aquí está, aquí sigue, más vivo que nunca, más pop que en cualquier otra época del ser humano, más legible, más colorido, más fresco, armónico, concreto y profundo que nunca, como en general está pasando desde hace décadas con otros conocimientos que tan mal se ha dado en englobar en categorías elitistas como “new-age”, “sagrado” u “holístico”.

Un ejemplo de cómo nos pueden ser útiles los símbolos/mandalas son los números. ¡Qué mayor ejemplo de símbolos milenarios y misteriosos que ellos!. ¿Cuándo nacieron? ¿Cómo se consolidó esa estructura del 1 al 9 y del 0 que parece haber existido desde siempre? Los números son diagramas que, al saber utilizarlos, nos permiten crear lo mismo arquitectura que tecnología, lo mismo agricultura que medicina, etc., pero también nos permite tender puentes entre la realidad mundana y la realidad cósmica (ambas no están peleadas sino interconectadas, ¿por qué hay gente que discrimina alguna de las dos? sobre todo pasa con la segunda como cuando los partidarios de lo "comprobable descartan con una facilidad apabullante lo espiritual y/o lo extraterrestre en una actitud que no es pacífica: nada que discrimine será pacífico ni humanista ni síntoma de inteligencia sino todo lo contrario).

La numerología (prima hermana de la astrología) y la guematría (ciencia matemática que dota de valores numéricos a cada una de las 22 letras del alfabeto hebrero para estudiar textos sagrados con el propósito de encontrar significados profundos en ellos, todo un tema…) son muestras de cómo un símbolo como el número nos puede ser de utilidad a varios niveles. Todo símbolo tiene una parte oculta/profunda (por ejemplo el 1 que significa el punto, el comienzo, la totalidad en potencia, la unidad) y una parte física/sensible (el signo numérico que dependiendo la zona y el tiempo del planeta se escribe con una aleph, con un punto, con el símbolo arábigo 1 o el romano I, etc.), el propósito de los símbolos es que crucemos la parte física/sensible para acceder a la parte oculta/profunda y entonces ver más allá, saber, comprender, experimentar la conexión profunda más allá de la apariencia, más allá del significado, más allá del plano de las esencias.

Por eso es primordial no discriminar si se quiere profundizar en el sentido de la existencia.

Deshacerse lo más que se pueda de este hábito socio-cultural de prejuzgar a diestra y siniestra.

No descartar ningún conocimiento a priori.

Todos son meros lenguajes, meros símbolos con los cuales el observador agudo, el iluminado (“la tierra entera puede iluminarse”, dice Osho (“el destino de la humanidad es la iluminación”, escribió alguna blogger por ahí)) encontrará trascendencia. A partir de ahí comenzará a generar humanidad, otredad, amor, paz, liberación.

Los lenguajes pueden ser de la ciencia, la psicología, la filosofía. Puede darse a través de las humanidades, el arte, el misticismo oriental u occidental. Puede darse por vía de lo religioso, lo chamánico, el auto-estudio (internet es una gran herramienta para ello), los viajes (intercontinentales o astrales), la meditación, la contemplación, o bien al estudiar en uno de los tantos centros holísticos que andan por aquí y por allá. Puede darse a través de las experiencias más mundanas como purgar una condena en una cárcel o un hospital, vivir en pareja o en familia, perder a alguien querido, buscar ayuda profesional para dejar de sentir malestar, en fin, los lenguajes son infinitos: el mecanismo de los símbolos será siempre el mismo: empezar en la parte física/sensible (el significante) para llegar a la parte oculta/profunda (el significado) y finalmente abrir la tercera opción, el tercer ojo: el aprendizaje, la práctica del aprendizaje, el encuentro con nuestra identidad, la liberación de nuestro verdadero ser.

El Árbol de la Vida se coloca en este sentido como un símbolo más para acceder a lo profundo. En lo personal he convivido con este diagrama desde hace varios años y a través de él he podido profundizar en el misterio de lo real (es decir, los varios niveles de realidad que existen). No por ello significa que a todos se les acomode éste símbolo para trascenderse. Pero tal vez a más de uno le llegue a ser de utilidad para hacer su propio camino.

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Al Árbol de la Vida se le puede interpretar de mil maneras distintas. Es un mandala riquísimo en lecturas. Una que me gusta para explicar qué simboliza este diagrama es la siguiente:
-Toda manifestación experimenta un proceso de gestación que culmina con el nacimiento: la obra, el objeto, el cuerpo, la idea, es decir, todo lo físico (hasta las ideas se expresan físicamente a través de las conexiones neuronales).
-Cuando uno tiene una acción o una idea, ésta es la culminación de algo más profundo, puro, esencial. El abrazo es la manifestación de un sentimiento y de una personalidad que no se generó espontáneamente, tuvo un proceso previo. Si abrazamos con regularidad, nuestra esencia será la de alguien cariñoso, si tenemos rechazo a los abrazos, nuestra esencia tendrá que ver con lo reprimido, con el conflicto, etc.
-Si extrapolamos este concepto de “como es por dentro es por fuera” a la realidad (la realidad más universal, no aquella mundana donde lo mismo hay altruismo que asesinatos), entonces podremos empezar a crear interesantes cuestionamientos: lo manifestado, desde la célula hasta las galaxias ¿qué significado podemos darle?, al ser formas sensible ¿qué clase de esencia conllevan? ¿de qué clase de energía vital se desprenden estas manifestaciones?.
-El Árbol de la Vida es un mapa, un recorrido que comienza desde el vacío creador hasta la creación en sí, la energía que comienza como tal en el 1 y se materializa en el 10, lo inmanifestado que toma forma.
-El Árbol de la Vida puede leerse también como las propiedades de esa energía vital (y/o Dios) presentes en toda creación.

Aterrizándolo un poco más: el Árbol de la Vida se compone de 10 esferas o sefiroth interconectadas entre sí. Cada una de ellas (sefirah en singular, sefiroth en plural) representa regiones de la conciencia, propiedades de la esencia original, cualidades intrínsecas a la manifestación, etc. Lo importante es comprender que éste es un símbolo que podemos aplicar a varios niveles para comenzar a profundizar.

En este blog iré publicando semanalmente artículos alrededor de cada esfera, las cuales tienen su nombre en hebreo pero ahorita eso no es lo importante. Lo que pretendo es realizar una serie de textos en los que pueda compartir mi interpretación del tema y mis propuestas en el empleo de este mandala con fines meditativos, intelectuales, sanadores.

Sirva todo lo anterior como un breve prólogo.

30 mayo 2009

De la inconformidad

Es el tiempo del hombre inconforme. No del hombre vacío que eso sería maravilloso: significaría saberse incompletos y eso acarrearía ánimos de “auto-llenado”. Pero no. Es la época del hombre inconforme y derrotado por la inconformidad.

La inconformidad por no tener lo que tiene el otro, por no tener el cuerpo del otro, la mujer del otro, el empleo del otro, la ideología del otro, la personalidad, el celular, la cuenta bancaria, el guardarropa, el carro, lo que sea. Éste inconforme moderno desea y es cautivo de su deseo. Deseo que viene no de su ser-individual sino del condicionamiento cultural, en el cual ha intervenido bastante la publicidad ya que ésta ha dejado de promover productos en base a su utilidad por concentrarse en hacernos creer que le hace falta a nuestro bienestar ese producto en cuestión.

Este deseo al que me refiero configura el gran mal de nuestros tiempos (tal vez de todos los tiempos): la falta de identidad: como no sé quién soy, busco entonces la respuesta en el exterior, ya sea en el mercado de objetos, en el mercado de personalidades o bien en el mercado de ideas.

Las dictaduras actuales se llaman empresa, marketing, publicidad. El dogma es servir fielmente a la figura del mercado. La sociedad de consumo es el modelo que el siglo XX heredó a la Historia.

Si así ya fueron las cosas, está bien.

Lo bueno con esto sería empezar por reconocer que vivimos rodeados de un entorno que necesita de la inconformidad personal, de la sensación de carencia y de la separación para subsistir, para seguir produciendo. Pero a final de cuentas, siempre está en el interior de cada quién elegir por qué consumir lo que consumimos. ¿Consumimos libros al por mayor buscando otredad o buscando el estereotipo del lector empedernido? ¿Consumimos en nuestra apariencia (ropa, maquillaje, gym, accesorios) para ser aceptados y reconocidos o como un acto neutro en el que no se tienen expectativas hacia afuera? ¿Consumimos filosofías y religiones deseando encontrarle sentido a la existencia o lo hacemos para depositar en los otros la culpa y de paso sentirnos mejores que ellos?

Luego de reconocer la estructura a nuestro alrededor, será más fácil comenzar a acceder a esa sabiduría que yace en nuestro interior, en nuestro inconsciente colectivo, en nuestras células, en nuestro libre albedrío, en nuestra mente ya que entenderemos que el bienestar no depende de lo que nuestro entorno nos ofrece sino de lo que cada quien es/hace/elige en su interior. La libertad, el amor, la felicidad son los estados naturales del ser humano, en ellos está el eje principal de la identidad de nuestra especie (aunque nuestro entorno nos diga todo lo contrario).

Ojalá estar inconformes nos sirviera para potenciarnos, o dicho de otro modo, que esa inconformidad nos devolviera el hambre de conquistarnos, de conocernos, de investigar, una inconformidad productiva, potenciadora del yo que alza la mano en aras de liberación y re-conocimiento de su identidad.