10 mayo 2007

Religión

Fragmento de texto publicado en otro blog el 9 de junio de 2006 que vale la pena sacarlo de entre las cenizas:

Dialogar en torno a la religión ya se sabe que a muchos les parece aterrador, prefieren evitarlo, tal vez porque no han encontrado a gente que entienda que dialogar es compartir la palabra con el otro, admitir su opinión y confrontarla con la propia sin una finalidad de dominación, de apropiación de esa otra cabeza que lleva a cuestas su propia experiencia y su propia cultura y su propia racionalidad, etc. A mi me gusta escuchar o leer las opiniones que hay alrededor de la política, el fútbol, la religión, el arte, la poesía, temas donde prevalece la intolerancia, precisamente para combatirla, al menos en mi entorno, ya que me parece uno de los más idiotas alcances humanos.

(...)

Me parece que la religión significa un estar-ligado en dos sentidos: hacia cierto punto y luego de vuelta. Lo digo por eso de ligión que seguramente viene de ligar, unir, juntar, y re que, vaya, ya se sabe qué significa. La religión es estar conectado a algo supremo y/o profundo, que está “fuera” de nosotros pero que nos hace regresar a nosotros, de esa forma se puede alcanzar la totalidad (plenitud, absoluto, Unidad), entonces uno puede ser libre y feliz de forma total mediante la religión, mediante la conciencia de que hay algo más que lo evidente: el cuerpo, el nombre, lo material.

Con la religión emprendemos un recorrido hacia algún lado misterioso, al regresar ya somos otros pero somos los mismos, más concientes, con mayor capacidad para respetar la diversidad, estamos más ligados a todos y al Todo porque también estamos en contacto con nosotros, el sedimento de nosotros, lo esencial y lo tangible.



La religión es una conciencia absoluta del YO (el nombre, el cuerpo, etc.) y el SER (el espíritu, el alma, etc.), aspectos equivalentes, mas no iguales, propiciadores de la Unidad, es una conciencia clara de la Tabla de Esmeralda (como es arriba, es abajo), por eso hay que ir hacia lo profundo (hacia arriba) y regresar para aplicar tal conocimiento de Dios acá afuera (acá abajo), en lo profano, y comprender que somos una equivalencia de lo supremo: tenemos la capacidad, no igual pero equivalente, de originar, de efectuar creaciones y destruirlas, de comunicar, de emanar energía. Micro, macrocosmos, etcétera.

Ya luego de este camino, de esta sospecha, de este poder, viene la estructuración, el cómo hacerlo, ahí es donde el budismo, el catolicismo, el maradonismo y demás estructuras religiosas que se acumulen esta semana, entran como posibilidad de cómos, como especies de manuales, de abecés. En lo personal, la opción más placentera me parece que es la universalidad, la comprensión del absoluto, el no pre-juicio y el sí al diálogo, al conocimiento, a la reflexión que nos lleve a un criterio, digamos, funcional, amplio y abierto, libre y amoroso. A esta universalidad no se llega mas que por el camino propio, esa apaertura a los distintos conocimientos, religiones y filosofías de todas partes del mundo y de cualquier época, cuestionándolas, respetando y escuchando cualquier idea del otro.

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PD del 11 de Mayo: Esta idea de la religión como un religamiento con el Amor Universal, Dios, uno mismo o lo que sea, que escribí hace un año, se complementa con esto otro de reciente publicación, apenas el 10 de Abril pasado, hace un mes:

En algún lado de la Biblia se dice que hay que quien no nazca dos veces no conocerá el reino de los cielos (San Juan 3:3 (Nuevo Testamento)), lo cual puede tener múltiples interpretaciones, como por ejemplo la interpretación de algunos kabalistas que es que el primer nacimiento es el parto mientras que el segundo es, en pocas palabras, abrir la conciencia en aras de la evolución personal y colectiva.